martes, 31 de marzo de 2015

5ª Estación: Jesús es ayudado por un marginado

Tema: Los negros en América Latina
Un marginado es obligado a prestar ayuda. Simón de Cirene es uno de los millones de negros que viven en América Latina, descendientes de aquellos esclavos africanos, que después del exterminio de los indígenas debieron realizar durante siglos el más duro trabajo de servidumbre. Hoy día no son menos discriminados: reciben los salarios más bajos, realizan los trabajos más sucios. Cristo necesitaba de la solidaridad y compasión de estas personas.

Domingo de Ramos






sábado, 28 de marzo de 2015

EL GESTO SUPREMO

 - José Antonio Pagola
Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Era imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores», sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesaba cambio alguno.
Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.
Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.
Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.
Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Esta actitud salvadora que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.
Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras... porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.
Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús solidarizándonos con los crucificados.
José Antonio Pagola
Email: buenasnoticias@ppc-editorial.com
Buenas Noticias | www.gruposdejesus.com
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PREGÓN AL INICIO DE LA SEMANA SANTA
Escrito por Florentino Ulibarri
Éste es el tiempo de la historia,
de la historia pura y dura
que sucede cada día a todas horas;
de la pasión de Dios desbordada
sobre nosotros y las realidades humanas
que gritan y mueren machacadas.
Éste es tiempo de muerte y vida,
de salvación a manos llenas;
del nosotros compartido,
del todos o ninguno;
de gestos que destilan esperanza
y del silencio respetuoso y contemplativo.
Tiempo de amor, tiempo de clamor;
tiempo concentrado, tiempo no adulterado;
tiempo santo, humano y divino,
para sorberlo hasta la última gota;
tiempo en el que Dios nos toma la delantera
y nos ofrece la vida a manos llenas.
Tiempo de fidelidad y Nueva Alianza
por encima de lo que sabemos,
queremos, soñamos y podemos.
Es el tiempo de todos los que han perdido,
de los que han sufrido o malvivido,
y de los que se han dado sin medida a su ejemplo.
Es el tiempo de la memoria subversiva,
de Dios haciendo justicia
en el templo y en la historia
y dándonos su espíritu y vida.
¡Es Semana Santa, humana y divina,
gratuita y portal de la Pascua florida!
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LA MUERTE DE JESÚS ES SIGNO DE AUTÉNTICA VIDA
Escrito por Fray Marcos
Aunque la liturgia comienza con la entrada "triunfal" de Jesús en Jerusalén, la fuerza de los acontecimientos que vamos a recordar esta semana, anula casi por completo ese triunfo muy relativo y pasajero. Como en el caso de la purificación del templo, no podemos pensar en una manifestación multitudinaria espectacular. Hubiera sido la ocasión ideal, que los dirigentes judíos estaban esperando, para prender a Jesús. Probablemente se trató de un pequeño grupo de seguidores que se unieron a los discípulos en aclamaciones espontáneas. Jesús había desarrollado toda su actividad en Galilea, y la mayor parte de los peregrinos que venían a la fiesta eran galileos. Muchos de ellos reconocerían a Jesús, que también subía a Jerusalén, y se unieron a su grupo. Este hecho lo aprovecharon después los cristianos para evocar la profecía de Zacarías e interpretarla como una entrada de Jesús como Mesías.
Lo verdaderamente importante en el relato de la pasión, está más allá de lo que se puede narrar. Lo esencial de lo que ocurrió no se puede meter en palabras. Lo que los textos nos quieren trasmitir, hay que buscarlo en la actitud de Jesús que refleja plenitud de humanidad. Lo importante no es la muerte física de Jesús, lo importante es descubrir por qué le mataron, por qué murió y cuales fueron las consecuencias de su muerte para él y para los discípulos. La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos al significado de la salvación que descubrimos en Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la revisión de nuestros esquemas teológicos sobre el valor salvífico de la muerte en la cruz.
La Semana Santa es el mejor momento del año para tomar conciencia de la coherencia de toda la vida de Jesús. Dándose cuente de la consecuencia de sus actos, no da un paso atrás, y las acepta plenamente. Es todo un aldabonazo para nosotros, que estamos siempre tratando de acomodarnos a todos los vientos, con tal de evitar consecuencias desagradables. Sabemos perfectamente que nuestra plenitud está en darnos a los demás, como decíamos el domingo pasado, pero seguimos calculando nuestras acciones para no ir demasiado lejos; poniendo límites "razonables" a nuestra entrega; sin darnos cuenta de que un amor "calculado" es un egoísmo camuflado.
¿Por qué le mataron? La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo frontal y absoluto por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Rechazo a sus enseñanzas y rechazo a su persona. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Los sacerdotes, los escribas, los fariseos no eran gente depravada, que se opusieron a Jesús porque era buena persona. Eran gente religiosa que pretendía ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida en la ley de Moisés. También para Jesús era prioritaria la voluntad del Padre, pero no la buscaba en la Ley sino en el hombre.
La pregunta que se hacían era ésta: ¿era Jesús el profeta, como creían algunos de los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo y le llevaba fuera de la religión judía? La respuesta no era tan sencilla como nos puede parecer hoy. Por una parte, Jesús iba claramente contra la Ley y contra el templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra, los signos de amor a todos que hacía, eran una muestra de que Dios estaba con él, como dijo el mismo Nicodemo. Lo mataron porque denunció a las autoridades religiosas por utilizar a Dios y la religión para oprimir al pueblo. Pero ellos siguieron pensando que era Dios el que legitimaba ese dominio sobre la gente sencilla. Le mataron por afirmar, con hechos y palabras, que el hombre concreto está por encima de la Ley y del templo.
¿Por qué murió? Solo indirectamente podemos aproximarnos a lo que Jesús experimentó ante su propia muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco ni era masoquista. Tuvo que darse cuenta que los jefes religiosos querían eliminarlo. Lo que nos importa a nosotros es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro que eso le acarrearía la muerte. Además tomó conscientemente la decisión de ir a Jerusalén donde estaba el verdadero peligro. Que le importara más ser fiel a sí mismo y a Dios, que salvar la vida, es el dato que nosotros debemos valorar. Dejó que le mataran para demostrar que la única manera de servir a Dios es ponerse del lado del oprimido.
No se trató de la muerte física de Jesús sino de la total aniquilación y escarnio de toda la persona ante la sociedad. No se puede pensar en la muerte de Jesús, desconectándola de su vida. Su muerte fue consecuencia de su vida. La encarnación no ha sido una programación por parte de Dios para que su Hijo muriera en la cruz y de este modo nos librará de nuestros pecados. Jesús fue plenamente un ser humano que tomó sus propias decisiones. Porque esas decisiones fueron las adecuadas, de acuerdo con las exigencias de su verdadero ser, nos han marcado a nosotros el camino de la verdadera salvación. Si nos quedamos con el Cristo glorioso, que murió por obediencia al Padre, hemos malogrado muerte y su vida.
¿Qué consecuencias tuvo su muerte? Hay explicaciones teológicas de la muerte de Jesús que han llegado hasta nosotros y que se siguen presentando a los fieles, aunque la inmensa mayoría de los exegetas y de los teólogos las han abandonado hace tiempo. Se trataría de interpretar la muerte de Jesús como un rescate exigido por Dios para pagar la deuda por el pecado. Además de ser un mito ancestral, está en contra de la idea de Dios que el mismo Jesús despliega en todo el evangelio. Un Dios que es amor, que es Padre, no casa muy bien con el Señor que exige el pago de una deuda hasta el último centavo.
No es la hora de insistir en la atrocidad del pecado que ha llevado a Jesús a la cruz. Debemos de insistir en la salvación que necesitamos como pecadores, es decir, no salvados. Pero no para estar pendientes de que Dios tenga misericordia de nosotros, sino para descubrir que nuestra salvación está en seguir el camino de entrega que Jesús recorrió. La salvación consiste en descubrir el amor que es Dios y está ya en nosotros.
Para los apóstoles, la muerte fue el revulsivo que les llevó al descubrimiento de lo que era verdaderamente Jesús. Durante su vida lo siguieron como el amigo, el maestro, incluso el profeta; pero estaban muy lejos de conocer el verdadero significado de la persona de Jesús. A ese descubrimiento no podían llegar a través de lo que oían y lo que veían; se necesitaba un proceso de maduración interior, al que solo se puede llegar por experiencia interna. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización en su persona, y a descubrir, en aquel Jesús de Nazaret, al "Señor", al "Mesías" al "Cristo" y al "Hijo"... En esto consistió la experiencia pascual. Ese mismo recorrido debemos hacer nosotros si queremos celebrar la Pascua.
A nosotros hoy, la muerte de Jesús nos obliga a plantear la verdadera hondura de toda vida humana. Jesús supo encontrar, como ningún otro hombre, el camino que debe recorrer todo ser humano para alcanzar su plenitud. Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, nadie tiene que romperse la cabeza para buscar el camino de mayor humanidad. Si quiero dar pleno sentido a mi vida, no tengo otro camino que el amor total, hasta la muerte si las circunstancias lo exigieran.
La interpretación de la muerte de Jesús determina la manera de ser cristiano. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino. Jesús, muriendo de esa manera, hace presente a un Dios sin pizca de poder, pero repleto de amor, que es la fuerza suprema. En ese amor reside la verdadera salvación. El "poder" de Dios no se manifiesta en el momento de la resurrección sino en la vida de quien es capaz de amar hasta la muerte.
Meditación-contemplación
Ningún sufrimiento salva por sí mismo, tampoco el de Jesús.
Lo que salva es la fidelidad a su verdadero ser,
que Jesús mantuvo durante su vida y manifestó en la cruz.
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Vivir una verdadera humanidad, es perder el miedo a la muerte,
porque no afecta para nada a mi verdadero ser.
El miedo a la muerte es la esclavitud más difícil de romper.
Toda clase de opresión nace de esta esclavitud.
...................
La Vida de Dios en mí, envuelve todo mi ser.
Con esa Vida divina, se me dan oportunidades infinitas de ser.
Con ella se me ha dado todo.
Nada tengo que esperar y nada debo temer.
............
Fray Marcos

Gustavo Gutiérrez: "Oscar Romero amplía y enriquece la noción clásica del martirio"

El testimonio de Monseñor Romero
El 23 de mayo próximo tendrá lugar el reconocimiento de Mons. Oscar Romero como fiel testigo (es el significado de la palabra ‘mártir') de la vida y mensaje de Jesús de Nazaret. Dicho reconocimiento tiene dos momentos principales; la beatificación que lo declara beato, es decir feliz, una felicidad que surge de la voluntad de vivir según los Evangelios, y la canonización, la aceptación plena de su santidad, y su definitiva presentación como un modelo a seguir para los cristianos de nuestro tiempo.
El proceso de beatificación y canonización del arzobispo de San Salvador no fue fácil. El pueblo salvadoreño y latinoamericano, en general, vio rápidamente su santidad y su entrega; san Romero de América Latina lo proclamó, tempranamente, el obispo y poeta Pedro Casaldáliga; pero hubo resistencias y dilaciones de parte de quienes aducían que, todavía, no era prudente hacerlo; lo veían como una persona incómoda, o no comulgaban con el sentido de su predicación. Dificultades hoy superadas por el Papa Francisco al reabrir el caso Romero. Caso que se inserta en una larga y dolorosa historia, de signo martirial, vivida por muchos en el continente desde hace 50 años; y a la que nuestro propio país no ha sido ajeno. La inmensa mayoría de las víctimas fueron personas solidarias con los pobres.
Romero no buscó el martirio, lo encontró en el camino de su fidelidad a la entrega de Jesucristo. Con sencillez dijo temer que lo mataran -algo que todos temíamos-, pero se negaba a dejar a su pueblo saliendo del país. En los días siguientes a su asesinato (24 de marzo 1980) era impresionante ver las interminables colas para ver y orar junto a su cuerpo en la catedral.
Lo hacían en silencio ante quien puso su vida al servicio de ellos, los había respetado como personas y comprendido sus sufrimientos. El domingo 30 tuvo lugar el entierro, pero una violenta interrupción, intencionalmente provocada, dio lugar a una gran confusión y pánico entre los miles de personas presentes en la plaza, dejando el saldo de varias decenas de muertos, la mayoría por asfixia y otros por disparos. En esas circunstancias, varias horas después, y casi a escondidas, Mons. Romero fue enterrado en la catedral por las pocas personas que permanecían en ella.
 
Romero fue ante todo un predicador, preparaba -y escribía- sus homilías con sumo cuidado; las tenemos hoy recogidas en varios volúmenes. Una voz escuchada en todo el país. Su prédica reclamaba una sociedad justa, respetuosa de todos sus ciudadanos, dado que solo así, según la Biblia, puede haber paz, pero con un importante acento en los derechos de los pobres y oprimidos, como lo hizo Jesús. En la línea de "una Iglesia pobre y para los pobres", recordada por el Papa Francisco.
Este propósito tiene la frescura del evangelio, pero puede ser muy costoso. La muerte del arzobispo fue resultado de un asesinato, crimen provocado por su firme actitud de pastor que no calló ante el maltrato a un pueblo víctima de injusticias y vejaciones cotidianas, un pastor que el día anterior suplicó -y ordenó- a los soldados que no disparen contra el pueblo. Mons.
Romero no intentó ponerse por encima de todo y de todos proclamando una pretendida universalidad del amor de Dios, colocándose en una cómoda abstracción, en un ángulo muerto de la historia para verla pasar sin comprometerse con ella. A esta evasión de la realidad -y del Evangelio- se refería cuando decía "es muy fácil ser servidores de la palabra sin molestar al mundo, una palabra muy espiritualista, una palabra sin compromiso con la historia, una palabra que puede sonar en cualquier parte del mundo, porque no es de ninguna parte del mundo".
Pastor cercano a su pueblo, Romero no tomó ese camino; su palabra quiso encarnar el Evangelio en la vida de su pueblo, en la de todos nosotros. Veía a la Iglesia como una comunidad "que haga sentir como suyo todo lo humano y quiera encarnar el dolor, la esperanza, la angustia de todos los que sufren y gozan, esa Iglesia será Cristo amado y esperado, Cristo presente". Esa es la razón de su insistencia en la justicia, la entendía como parte capital del mensaje cristiano, no tenerla en cuenta, no practicarla, es rechazar una afirmación bíblica fundamental. De este modo, el reconocimiento del testimonio martirial de Oscar Romero amplía y enriquece la noción clásica del martirio

miércoles, 25 de marzo de 2015

Actividades religiosas de la Parroquia en las fiestas titulares


Dia:
 jueves 26 de marzo: 
                                    Eucaristia    6:00 pm

Viernes 27    
                 Eucaristia      10:00 am
                       5:30 pm         Concierto de Siervos de Dios
                                     (Parroquia San Simón Apóstol de Jucuapa)en el parque.
               7:00 pm      Procesión  

martes, 24 de marzo de 2015

San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro

 Monumento que se ha preparado en el atrio de la Parroquia, en memoria del Pastor, Profeta y Mártir: Mons. Oscar Arnulfo Romero

Este dia hay Celebración de la Eucaristia en la Parroquia.
Hora: 5:30 pm


El ángel del Señor anunció en la víspera... 

El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!

Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.

Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!

Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!

Pedro Casaldáliga

El Vaticano reconoce que hubo una campaña para denigrar a monseñor Romero



Estatua de Romero en la portada de los mártires de la abadía de Westminster



Este martes se cumplen 35 años de su martirio, en vísperas de su beatificación


Se le tildó de "desequilibrado", "marxista" o "títere manipulado por la teología de la liberación"

Redacción, 23 de marzo de 2015

Treinta y cinco años después del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, el Vaticano reconoció que hubo una campaña para denigrar al religioso centroamericano, cuya beatificación estuvo bloqueada en la época de Juan Pablo II y reivindicada en la nueva era de Francisco, que lo considera un modelo para América Latina.
Asesinado en San Salvador cuando oficiaba misa el 24 de marzo de 1980 por un francotirador contratado por la ultraderecha, monseñor Romero fue tildado tanto en los últimos años de su vida como después de muerto de ser "un desequilibrado", "un marxista", un "títere manipulado por curas de la teología de la liberación que le escribían sus encendidos sermones" contra la oligarquía, las injusticias sociales y la represión en su país.
Acusaciones, denuncias y críticas lanzadas por diplomáticos, políticos, religiosos y hasta cardenales.
Intrigas y presiones que frenaron el proceso de canonización de monseñor Romero, quien será finalmente beatificado el próximo 23 de mayo en su ciudad, 19 años después de que el proceso fuera abierto oficialmente por el Vaticano en 1997.
El arzobispo italiano Vincenzo Paglia, actual presidente del Consejo Pontificio de la Familia y postulador de la causa de beatificación de monseñor Romero, reconoció en febrero pasado las numerosas trabas que el proceso sufrió.
"De no haber sido por el papa latinoamericano Francisco Romero no hubiera sido beatificado", confesó.
Entre los enemigos de Romero dentro del Vaticano figuran dos influyentes cardenales, los colombianos Alfonso López Trujillo, ya fallecido y conocido por sus posiciones ultraconservadoras y Darío Castrillón Hoyos, jubilado, los cuales ocupaban en la década del 90 importantes cargos en la Curia Romana.
"López Trujillo temía que la beatificación de Romero se transformara en la canonización de la Teología de la Liberación", recordó Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio, el movimiento católico que apoyó y financió la causa de Romero.
Los enemigos de la canonización del prelado centroamericano arremetieron aún antes de que la causa fuera abierta formalmente y lo criticaban por su cercanía al teólogo jesuitaJon Sobrino, censurado por años por el Vaticano como uno de los grandes exponentes de la Teología de la Liberación, quien sobrevivió a la matanza perpetrada en 1989 por militares salvadoreños contra seis compañeros jesuitas.

Los problemas doctrinales, el extenuante análisis de sus homilías, el temor de una instrumentalización ideológica por parte de la izquierda de su beatificación fueron algunos de los argumentos para obstruir la causa.
"Por 15 años la causa estuvo en un estado de parálisis burocrático", explicaron fuentes religiosas, que acusan a la Congregación para la Doctrina de la Fe, liderada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy en día el papa emérito Benedicto XVI, de frenar el proceso.
"Juan Pablo II estaba convencido de que Romero era un mártir, no sé lo que pensaba Benedicto XVI. Creo que para él era más un asunto de oportunidad. Ninguno de los dos conocían la situación en la región como la conoce el papa Francisco", comentó en Roma monseñor Jesús Delgado, su exsecretario personal.
Delgado acaba de lanzar en italiano un libro con las cartas inéditas de Romero entre 1977 y 1980 con el título "La iglesia no puede callar".
Tras haber sido un obispo conservador muy cercano al poder, Romero asumió el arzobispado de San Salvador en febrero de 1977, pero su conversión y cercanía con la Teología de la Liberación comenzó 15 días después de su asunción horrorizado por la represión y la pobreza.
Si bien el papa polaco incluyó personalmente el nombre de Romero en la lista de los "testigos de fe" del siglo XX durante el Jubileo del año 2000 y rezó ante su tumba cuando visitó El Salvador, algunos no olvidan "la humillación" a la que lo sometió en vidacuando lo recibió tras muchas dificultades en 1979 en el Vaticano.

"Buscaba respaldo y terminó sintiéndose solo, decepcionado, frustrado, humillado", escribió en un testimonio María López, quien conversó con Romero pocos días después de ese encuentro.
El anuncio pocos días después de su elección en marzo del 2013 de Jorge Mario Bergoglio de que quería "una Iglesia pobre y para los pobres", desbloqueaba de hecho el proceso.
Francisco empleaba casi las mismas palabras que hace más de tres décadas monseñor Romero: "La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres".
Cuando en agosto pasado Francisco reconoció que "no hay más impedimentos" para su beatificación, quería decir que se había encontrado el camino para elevarlo a los altares.
En efecto la beatificación, sin necesidad de probar un milagro tras ser proclamado un mártir por su fe, resulta coherente con su papado y respalda la lucha por la justicia social en América Latina.



http://www.periodistadigital.com/religion/america/2015/03/23/el-vaticano-reconoce-que-hubo-una-campana-para-denigrar-a-monsenor-romero-religion-iglesia-martir-salvador-beato.shtml



El mundo recuerda, con dolor y esperanza, el 35 aniversario del martirio de monseñor Romero

Monseñor Romero, 35 años después

Fue el pastor de un pueblo oprimido y humillado, hoy es reconocido como santo de la Iglesia

El mundo recuerda, con dolor y esperanza, el 35 aniversario del martirio de monseñor Romero

El 24 de marzo de 1980 un disparo acabó con la vida de San Romero de América

Redacción, 24 de marzo de 2015 
El mundo recuerda hoy con dolor, pero también con esperanza, el 35 aniversario del asesinato cobarde y despiadado del futuro beato Óscar Arnulfo Romero y Galdámezmientras oficiaba una eucaristía en la capilla del hospital de La Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador.
El 24 de marzo de 1980, un francotirador disparó al corazón de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, momentos antes de la consagración, durante su acostumbrada homilía. El disparo mortal cegó la vida de quien fuera un defensor comprometido de las luchas por los derechos de los desprotegidos, los campesinos, los obreros y los más necesitados.
El Padre Romero fue el pastor de un pueblo oprimido y humillado, ejerció su ministerio sacerdotal como Arzobispo en San Salvador, en medio de la convulsión y la violencia de la guerra civil en El Salvador. Su voz se alzó en defensa de las víctimas y en contra de la represión a la sociedad civil, denunció abiertamente asesinatos y demás violaciones a los derechos humanos. Estas acciones le valieron la animadversión de los escuadrones de la muerte. Consciente de su rol el arzobispo sabía que podía morir.
Ofreció su vida al servicio de las reformas sociales, su frase célebre hoy decora murales y franelas en todo el mundo: "Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño" . Es un icono latinoamericano de los derechos humanos, nominado al premio Nobel de la Paz en 1979, la iglesia católica lo reconoció como siervo de Dios, en Latinoamérica se le conoce como "San Romero de las Américas".
Un día antes de su muerte, hizo un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño:
Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.


El arzobispo de San Salvador será beatificado el 23 de mayo en una ceremonia en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador, que promete ser multitudinaria.
Esta conmemoración de su muerte, por tanto, es muy diferente. Tras estar el proceso estancado por años, el papa Francisco lo reconoció como mártir de la Iglesia católica el pasado 3 de febrero.
"Asistimos a un aniversario más de su muerte, pero ahora sumamente felices porque pronto monseñor Romero será beato; los salvadoreños nos regocijamos porque queremos que su gran figura sea un lazo que nos una como nación", dijo a la AFP el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez.
El cardenal panameño José Luis Lacunza oficiará el martes una misa con los obispos del país, en la catedral de San Salvador, donde este domingo concluyó una jornada de vigilia tras una procesión el sábado de más de 5.000 personas.
Como en cada aniversario, los feligreses colmarán de flores multicolor la cripta de la catedral, donde reposan los restos de Romero.
"No voy a faltar, le voy a llevar sus florcitas a mi pastor, le voy a rezar. Ahora él está a la par de nuestro creador porque es un santo", dijo Altagracia Reyes de Martínez, de 72 años, una anciana risueña que muy seguido lleva claveles blancos a la tumba.
En escuelas y colegios católicos de la capital se preparan actos en su honor y colectas de fondos para ayudar a la Iglesia salvadoreña con la organización del acto de beatificación, en el que se esperan miles de peregrinos.
Por su parte, en la ciudad de Roma se conmemora su figura con diferentes iniciativas.
Una de las celebraciones se llevó a cabo el domingo 22 de marzo y consistió en una Misa Solemne presidida por el postulador de monseñor Romero, el arzobispo Vincenzo Pagliaen la parroquia de Santa Maria in Traspontina. Posteriormente, los asistentes realizaron una marcha hacia la plaza de San Pedro y participaron al Angelus con el Papa.

 Además, este martes 24 de marzo, se realizará una Vigilia ecuménica en memoria de monseñor Romero en la Basílica de los Santos Apóstoles. Dicha vigilia será presida por el obispo auxiliar de Roma, monseñor Matteo Zuppi quien explica para Radio Vaticano su importancia.
"Siempre tuvo una gran relevancia porque desde 1981 algunas realidades hacían memoria de monseñor Romero... una de las peores complicidades que se puede hacer con el mal es el silencio, es el olvidar, al contrario, la memoria es la manera de hacer vivir, defender a quien como monseñor Romero sacrificó su vida por la justicia y por el Evangelio".
Entre las realidades que han recordado estos años la figura del próximo beato Romero, monseñor Zuppi destacó a la Caritas de Roma, el centro misionario de la diócesis de Roma y la Comunidad de San Egidio, quienes "siempre hicieron oraciones de memoria, de escucha del mensaje de monseñor Romero".
 
Asimismo, este obispo auxiliar de Roma explicó que la memoria de monseñor Romero ayuda siempre a recordar a quienes han muerto por la fe recientemente, entre ellos recordó al jesuita holandés Frans Van Der Lugt quien murió en Alepo, las tres misioneras javerianas asesinadas en Burundi y a los 21 coptos egipcios decapitados en Libia.
"Será una vigilia de oración y de recuerdo de todos los misioneros, será ecuménica y casi interreligiosa porque intervendrá también un musulmán... Nuestra convicción profunda es que las religiones no tienen nada que ver con la violencia, en todas las religiones matar a una persona en nombre de Dios es una blasfemia".
Por último, monseñor Zuppi explica que esta vigilia será ecuménica por el hecho de que "el martirio nos une profundamente, era una intuición de Juan Pablo II por el jubileo que repitió el Papa Francisco... la memoria de quien da la vida a causa de su fe tiene que unirnos más para responder juntos de manera más fuerte a quien quiere dividir y matar".

(RD/RV/Agencias)