Posición Personal de Fernando Llort
Remoción de Mural de la Catedral Metropolitana
Enero 3, 2012
Siempre he creído que Dios nos dio las manos para construir, no para destruir. Siempre hecreído que las manos son herramientas de paz y de expresión artística. Pero sobre todaslas cosas, las manos nos ayudan a pedirle inspiración y guía a Dios.
Cuando la Iglesia me encargó hacer un mural para la fachada de la Catedral de SanSalvador en 1997, lo primero que hice fue rezar para pedir inspiración.La solicitud de la Iglesia de adornar la fachada de Catedral es la más grandiosasatisfacción que Dios me ha dado en mi carrera.
La destrucción de esa obra por la mismaIglesia es la cosa más triste que me ha pasado en mi vida.Lamento esa decisión que muchos no comprendemos. Respeto profundamente a la Iglesiay a su jerarquía. A ellos les digo que hubiese entendido si me hubiesen pedido quetrasladara el mural a otro lado. Hubiese entendido si había que restaurarlo. Pero no logro entender por qué destruyeron en silencio una obra de arte de carácter público.
Me siento sorprendido e inmensamente triste porque me negaron la oportunidad de retirarcon dignidad la obra más importante de mi vida.
No tiene caso discutir si la obra gustaba o no gustaba. Este es un tema de respeto y dignidad. Este es un tema de básica cortesía y mínima sensibilidad a toda obra de arte.
La fachada de la Catedral era mi obra más importante por el significado espiritual quetenía para mi y porque sentí que era un regalo de la Iglesia al pueblo. Yo dediqué esa obra a todos los que fuimos bautizados como “artesanos de la paz” por el Papa Juan Pablo II en su visita de 1983.
La obra era de todos, no era mía ni de la Iglesia.La obra la denominé “Armonía de mi Pueblo”, por sus elementos artísticos, y también porque “armonía” era lo que nuestro país más necesitaba en aquel momento. Monseñor Romero fue una de las personas que Dios utilizó para que yo encontrara inspiración y por eso tenía una dedicatoria especial para él.Dediqué más de un año de mi vida para hacer posible el mural y participaron en esa obramuchos artesanos, artistas y arquitectos nacionales y extranjeros.
No acepté más remuneración que el costo de los materiales porque sentí que como artista era un privilegio.
Fue un honor realizar ese mural y lo hice con especial devoción. Mucha gente se siente indignada porque sentían que esa obra le pertenecía a todos los salvadoreños. Yo pienso igual. Ese mural le pertenecía a todos y era una expresión de la cultura salvadoreña. Particularmente, siento que la destrucción del mural es una bofetada desesperanzadora para todos los artesanos y artistas nacionales.
Remoción de Mural de la Catedral Metropolitana
Enero 3, 2012
Siempre he creído que Dios nos dio las manos para construir, no para destruir. Siempre hecreído que las manos son herramientas de paz y de expresión artística. Pero sobre todaslas cosas, las manos nos ayudan a pedirle inspiración y guía a Dios.
Cuando la Iglesia me encargó hacer un mural para la fachada de la Catedral de SanSalvador en 1997, lo primero que hice fue rezar para pedir inspiración.La solicitud de la Iglesia de adornar la fachada de Catedral es la más grandiosasatisfacción que Dios me ha dado en mi carrera.
La destrucción de esa obra por la mismaIglesia es la cosa más triste que me ha pasado en mi vida.Lamento esa decisión que muchos no comprendemos. Respeto profundamente a la Iglesiay a su jerarquía. A ellos les digo que hubiese entendido si me hubiesen pedido quetrasladara el mural a otro lado. Hubiese entendido si había que restaurarlo. Pero no logro entender por qué destruyeron en silencio una obra de arte de carácter público.
Me siento sorprendido e inmensamente triste porque me negaron la oportunidad de retirarcon dignidad la obra más importante de mi vida.
No tiene caso discutir si la obra gustaba o no gustaba. Este es un tema de respeto y dignidad. Este es un tema de básica cortesía y mínima sensibilidad a toda obra de arte.
La fachada de la Catedral era mi obra más importante por el significado espiritual quetenía para mi y porque sentí que era un regalo de la Iglesia al pueblo. Yo dediqué esa obra a todos los que fuimos bautizados como “artesanos de la paz” por el Papa Juan Pablo II en su visita de 1983.
La obra era de todos, no era mía ni de la Iglesia.La obra la denominé “Armonía de mi Pueblo”, por sus elementos artísticos, y también porque “armonía” era lo que nuestro país más necesitaba en aquel momento. Monseñor Romero fue una de las personas que Dios utilizó para que yo encontrara inspiración y por eso tenía una dedicatoria especial para él.Dediqué más de un año de mi vida para hacer posible el mural y participaron en esa obramuchos artesanos, artistas y arquitectos nacionales y extranjeros.
No acepté más remuneración que el costo de los materiales porque sentí que como artista era un privilegio.
Fue un honor realizar ese mural y lo hice con especial devoción. Mucha gente se siente indignada porque sentían que esa obra le pertenecía a todos los salvadoreños. Yo pienso igual. Ese mural le pertenecía a todos y era una expresión de la cultura salvadoreña. Particularmente, siento que la destrucción del mural es una bofetada desesperanzadora para todos los artesanos y artistas nacionales.
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