Francisco se hizo un selfie con un joven estudiante en silla de ruedas
"No cultiva quien no cuida, y no cuida quien no cultiva", recuerda el Papa a educadores y alumnos
"Entre los pobres más abandonados y maltratados en el mundo está nuestra oprimida y devastada Tierra"
Jesús Bastante, 07 de julio de 2015
(Jesús Bastante).- "Yo vivo en Roma. En invierno hace frío. Sucede muy cerquita del Vaticano, que aparezca un anciano a la mañana muerto de frío. No es noticia en ninguno de los diarios, en ninguna de las crónicas. Un pobre que muere de frío y de hambre hoy no es noticia. Pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos, se arma el gran escándalo mundial". El Papa Francisco lanzó un durísimo mensaje sobre la responsabilidad para construir un mundo más humano durante su encuentro con los educadores y estudiantes ecuatorianos, a quienes invitó a "hacer lío", porque son "presente y futuro del Ecuador".
"No tengas miedo de soñar en grande", se podía leer en el fondo del escenario de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, donde el Papa Francisco mantuvo un encuentro con 8.000 representantes del mundo de la enseñanza del país. Fue un encuentro marcado por la emoción, la alegría y los abrazos, y por las palabras de la poetisa Gabriela Mistral, que reprodujo uno de los docentes en su intervención: ""La educación es, tal vez, la forma más alta de buscar a Dios".
Todo con un toque de desorden, que en ocasiones se tornaba casi peligroso. Miles de personas saltaron el dispositivo de seguridad para entrar a los aledaños del centro.
Antes de dar comienzo al acto, Bergoglio se detuvo ante un grupo de enfermos, con quienes compartó confidencias, abrazos, bendiciones... incluso un selfie con un adolescente, cuyos nervios le impedían sacar la imagen. Francisco se agachó hasta casi tocar el suelo para que la imagen quedara registrada en el teléfono, y el corazón, de aquel pequeño.
Los educadores viven un momento de dificultad. La crisis, la desigualdad, la pobreza marcan el presente y el futuro de los niños y niñas, y de sus maestros. La droga, el alcohol, las familias desestructuradas... son aspectos imprescindibles a la hora de plantear un futuro para la educación en Ecuador, y en toda América Latina.
Caroline, estudiante de la Universidad, fue la encargada de mostrar la realidad educativa ecuatoriana, que "está necesitada de maestros, de guías, que nos ayuden a ser regalos de amor a la Humanidad". "Corresponde al Estado ser facilitador, y no barrera. Sólo así podremos ser agentes de cambios positivos", apuntó la estudiante, quien recordó que fue el propio Papa quien les animó a "hacer lío".
Por su parte, los docentes católicos apostaron por una educación libre, de calidad y que no pierda los valores cristianos. "Nos enfrentamos a un entorno distinto, lleno de información, conectado... El mundo se ha vuelto más pequeño, y el ser humano más poderoso".
En sus palabras, Francisco destacó cómo "Jesús, el Maestro, enseñaba a la muchedumbre y al pequeño grupo de los discípulos, acomodándose a su capacidad de percepción. Lo hacía con parábolas, porque el Señor siempre fue plástico en el modo de enseñar". De un modo "que todos podían entender", porque "Jesús no buscaba doctorear. Por el contrario, quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su vida, y que ésta dé fruto".
"La parábola del sembrador nos habla de cultivar. Nos muestra los tipos de tierra, de siembra, de frutos y la relación que se genera entre ellos. Y ya desde el génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar", insistió el Santo Padre.
Porque Dios, en la Creación, al hombre "no sólo le da la vida, una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace una invitación, le da un misión: ser parte de su obra creadora". "Cultiva: te doy la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y las de tus hermanos. Ahí lo tienes, es tuyo. Es un regalo, es un don, una oferta, no es algo comprado, nos precede y nos sucederá".
"Dios no quiere una Creación para sí, para mirarse a sí mismo, todo lo contrario", subrayó el Papa, quien incidió en que "la creación es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da para construir con nosotros, para construir un "nosotros"".
"Nuestra vida siempre esconde esta invitación, que siempre permanece. Pero notemos una peculiaridad: en el relato del Génesis, junto a cultivar, aparece la palabra cuidar. No cultiva quien no cuida, y no cuida quien no cultiva". En un llamamiento muy cercano a las palabras utilizadas en Laudato Si, Francisco insistió en que "estamos llamados no sólo a cultivar la obra creadora, sino también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla".
"Hoy, esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como un exigencia que nace por el daño que provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en nuestra Tierra"denunció, con dureza, Bergoglio. "Hemos crecido pensando que tan solo debíamos cultivar, que éramos sus propietarios, y dominadores. Autorizados quizás a expoliar la Tierra". De ahí que "entre los pobres más abandonados y maltratados que hay hoy en el mundo está nuestra oprimida y devastada Tierra"
"Hay algo que es claro: no podemos seguir dando la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre Tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor, como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran que ver con nuestra realidad. No es humano entrar en el juego de la cultura del descarte", señaló Francisco, recordando la pregunta que Dios hizo a Caín: "Dónde está tu hermano". "Yo me pregunto si nuestra respuesta seguirá siendo, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?"
A los educadores, el Papa preguntó: "¿Velan por sus alumnos ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los incumbe, de lo que pasa alrededor?"
"¿Qué tipo de cultura queremos para nosotros y para nuestros hijos y nietos? Esta tierra la hemos recibido en herencia como un don, como un regalo. ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué sentido queremos imprimirle? ¿Para qué pasamos por este mundo, para qué estudiamos?", concluyó, afirmando que "no hay derecho a la exclusión".
Discurso del Papa
Hermanos en el Episcopado,
Señor Rector,
Distinguidas autoridades,
Queridos profesores y alumnos,
Amigos y amigas:
Siento una gran alegría por estar esta tarde con ustedes en esta Pontificia Universidad del Ecuador, que desde hace casi setenta años, realiza y actualiza la fructífera misión educadora de la Iglesia al servicio de los hombres y mujeres de esta Nación. Agradezco las amables palabras con las que me han recibido y me han transmitido las inquietudes y las esperanzas que brotan en ustedes ante el reto, personal y social, de la educación.
En el Evangelio acabamos de escuchar cómo Jesús, el Maestro, enseñaba a la muchedumbre y al pequeño grupo de los discípulos, acomodándose a su capacidad de comprensión. Lo hacía con parábolas, como la del sembrador (Lc 8, 4-15). De una forma que todos podían entender. Jesús, no buscaba, «doctorear». Por el contrario, quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su vida, para que ésta dé fruto.
La parábola del sembrador, nos habla de cultivar. Nos muestra los tipos de tierra, los tipos de siembra, los tipos de fruto y la relación que entre estos se genera. Ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar.
No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos. Ahí lo tienes, es también tuyo. Es un regalo, un don, una oferta. No es algo adquirido, comprado. Nos precede y nos sucederá.
Es un don dado por Dios para que con Él podamos hacerlo nuestro. Dios no quiere una creación para sí, para mirarse a sí mismo. Todo lo contrario. La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo el nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida, siempre esconde esa invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre permanece.
Pero notemos una peculiaridad. En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar, inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de la mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva.
No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos invitados también a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace «por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesta en la tierra. Hemos crecido pensado tan solo que debíamos "cultivar" que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados quizás a expoliarla... por eso entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y desbastada tierra" (Laudato si' 2).
Existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra madre la tierra. Entre nuestra existencia y el don que Dios nos dio. «El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación humana y social si no prestamos atención a las causas que tiene que ver con la degradación humana y social» (Laudato si' 48) Pero así como decimos se «degradan», de la misma manera podemos decir, «se sostienen y se pueden transfigurar». Es una relación que guarda una posibilidad, tanto de apertura, de transformación, de vida como de destrucción y de muerte.
Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad.
Una y otra vez, sigue con fuerza esa pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?». Yo me pregunto si nuestra respuesta seguirá siendo: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4, 9).
En este contexto universitario sería bueno preguntarnos sobre nuestra educación de frente a esta tierra que clama al cielo.
Nuestros centros educativos son un semillero, una posibilidad, tierra fértil que debemos cuidar, estimular y proteger. Tierra fértil sedienta de vida.
Me pregunto con Ustedes educadores: ¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas a los múltiples desafíos que la sociedad nos plantea? ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda? ¿Cómo entra en la currícula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida que nos rodea, con sus preguntas, interrogantes, cuestionamientos? ¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano?
Hay una reflexión que nos involucra a todos, a las familias, a los centros educativos, a los docentes: cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de mayor status, dinero, prestigio social. Cómo ayudamos a identificar esta preparación como signo de mayor responsabilidad frente a los problemas de hoy en día, frente al cuidado del más pobre, frente al cuidado del ambiente.
Y con Ustedes, queridos jóvenes, presente y futuro de Ecuador, semilla de transformación de esta sociedad, quisiera preguntarme: ¿saben que este tiempo de estudio, no es sólo un derecho, sino un privilegio que tienen? ¿Cuántos amigos, conocidos o desconocidos, quisieran tener un espacio en esta casa y por distintas circunstancias no lo han tenido? En qué medida nuestro estudio, nos ayuda a solidarizarnos con ellos.
Las comunidades educativas tienen un papel fundamental, esencial en la construcción de la ciudadanía y de la cultura. No basta con realizar análisis, descripciones de la realidad; es necesario generar los ámbitos, espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a las problemática existentes, sobre todo hoy.
Ante la globalización del paradigma tecnocrático que tiende a creer «que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores, como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (Laudato si' 105), se nos pide que con urgencia nos animemos a pensar, a buscar, a discutir sobre nuestra situación actual. Sobre qué tipo de cultura queremos o pretendemos no solo para nosotros, sino para nuestros hijos, para nuestros nietos. Esta tierra, la hemos recibido como herencia, como un don, como un regalo. Qué bien nos hará preguntarnos: ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué orientación, qué sentido queremos imprimirle a la existencia? ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué luchamos y trabajamos? (cf. Laudato si' 160).
Las iniciativas individuales siempre son buenas y fundamentales, pero se nos pide dar un paso más: animarnos a mirar la realidad orgánicamente y no fragmentariamente; a hacernos preguntas que nos incluyen a todos, ya que todo «está relacionado entre sí» (Laudato si' 138).
Como Universidad, como centros educativos, como docentes y estudiantes, la vida los desafía a responder a esta pregunta: ¿Para qué nos necesita esta tierra? ¿Dónde está tu hermano?
Que el Espíritu Santo nos inspire y acompañe, pues Él nos ha convocado, nos ha invitado, nos ha dado la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros. Nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos. Es el mismo Espíritu, que el primer día de la creación aleteaba sobre las aguas queriendo transformar, queriendo dar vida. Es el mismo Espíritu que le dio a los discípulos la fuerza de Pentecostés. Es el mismo Espíritu que no nos abandona y se hace uno con nosotros para que encontremos caminos de vida nueva. Que sea Él nuestro maestro y compañero de camino.
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