sábado, 3 de octubre de 2015

"Si no somos capaces de unir la compasión a la justicia, terminamos siendo inútilmente severos y profundamente injustos"



Francisco contempla a los miles de fieles en la Vigilia


Multitudinaria vigilia previa a un histórico Sínodo de la Familia que reformará la pastoral

"Si no somos capaces de unir la compasión a la justicia, terminamos siendo inútilmente severos y profundamente injustos"

El Papa pide a los sinodales "abrazar" las relaciones "de las que brotan dificultades, resentimientos y rupturas"

Jesús Bastante, 03 de octubre de 2015


(Jesús Bastante).- La Iglesia se construye caminando, confiando, amando, comprendiendo. Sin preguntar de dónde vienes. Como hizo Jesús resucitado con losdiscípulos de Emaús. No fue casualidad que Francisco eligiera este pasaje evangélico para su reflexión durante la multitudinariavigilia previa al Sínodo de la Familia que tuvo lugar en el atardecer romano. Con una fuerte llamada a una Iglesia "casa abierta y acogedora", y con una advertencia a los padres sinodales: "Si no somos capaces de unir la compasión a la justicia, terminaremos siendo seres inútilmente severos y profundamente injustos". Quien tenga oídos, que oiga.
Decenas de miles de personas encendieron sus velas en la plaza de San Pedro. Antes de la llegada del Papa, se sucedieron -en una magnífica organización- testimonios de jóvenes, matrimonios, grupos familiares de todo el mundo, que se intercalaron con vídeos de las catequesis sobre la familia que el Papa ha ido desarrollando a lo largo de las últimas audiencias generales.
"Que seamos constructores de luz en un mundo renovado por tu amor", pidió el Papa al comienzo de la oración. Ya en su alocución, recordó cómo el miedo puede paralizar incluso al más santo, evocando el pasaje de Elías, que "tuvo miedo, se levantó y se fue para poner a salvo su vida". Y, sin embargo, "la gracia de Dios no levanta la voz, es un rumor que llega a cuantos están dispuestos a escuchar la suave brisa: los exhorta a salir, a regresar al mundo, a ser testigos del amor de Dios por el hombre, para que el mundo crea".
Recordando la vigilia del pasado año, Bergoglio señaló que "esta noche, nuestra oración no puede ser diferente". Haciendo suyas palabras del Patriarca Atenágoras, el Papa pidió el auxilio del Espíritu Santo, pues sin él "Dios resulta lejano, Cristo permanece en el pasado, la Iglesia se convierte en una simple organización, la autoridad se transforma en dominio, la misión en propaganda, el culto en evocación y el actuar de los cristianos en una moral de esclavos".
"Oremos, pues, para que el Sínodo que se abre mañana sepa reorientar la experiencia conyugal y familiar hacia una imagen plena del hombre; que sepa reconocer, valorizar y proponer todo lo bello, bueno y santo que hay en ella; abrazar las situaciones de vulnerabilidad que la ponen a prueba: la pobreza, la guerra, la enfermedad, el luto, las relaciones laceradas y deshilachadas de las que brotan dificultades, resentimientos y rupturas; que recuerde a estas familias, y a todas las familias, que el Evangelio sigue siendo la «buena noticia» desde la que se puede comenzar de nuevo", clamó el Papa, invitando a "construir el futuro de la comunidad eclesial y de la ciudad del hombre".


Jesús vivió y creció en una familia "como tantas otras, asentada en una aldea insignificante de la periferia del Imperio", reflexionó el Santo Padre, quien evocó el ejemplo de vida de Charles de Foucald para defender "la cercanía fraterna y solidaria a los más pobres y abandonados" que, "a fin de cuentas, son precisamente ellos los que nos evangelizan, ayudándonos a crecer en humanidad".
"La familia es lugar de santidad evangélica", añadió el Papa, "lugar de gratuidad, de presencia discreta, fraterna, solidaria, que nos enseña a salir de nosotros mismos para acoger al otro, a perdonar y ser perdonados".
Por ello, reclamó a los padres sinodales "volver a Nazaret" para que el Sínodo, "más que hablar sobre la familia, sepa aprender de ella, en la disponibilidad a reconocer siempre su dignidad, su consistencia y su valor, no obstante las muchas penalidades y contradicciones que la puedan caracterizar".
Para constuir "una Iglesia que es madre, capaz de engendrar la vida y atenta a comunicar continuamente la vida, a acompañar con dedicación, ternura y fuerza moral", porque, y aquí el meollo de su intervención, "si no somos capaces de unir la compasión a la justicia, terminamos siendo seres inútilmente severos y profundamente injustos".

 

Una Iglesia "que es familia", y que "protege sin reemplazar, que corrige sin humillar, que educa con el ejemplo y la paciencia. A veces, con el simple silencio de una espera orante y abierta". Una Iglesia "de hijos que se reconocen hermanos" y que "nunca llega a considerar al otro sólo como un peso, un problema, un coste, una preocupación o un riesgo: el otro es esencialmente un don, que sigue siéndolo aunque recorra caminos diferentes".
Una "casa abierta, lejos de grandezas exteriores, acogedora en el estilo sobrio de sus miembros y, precisamente por ello, accesible a la esperanza de paz que hay dentro de cada hombre, incluidos aquellos que -probados por la vida- tienen el corazón lacerado y dolorido".
Sólo esa Iglesia, concluyó, "puede iluminar la noche del hombre, indicarle con credibilidad la meta y compartir su camino, sencillamente porque ella es la primera que vive la experiencia de ser incesantemente renovada en el corazón misericordioso del Padre".
 

Texto completo de las palabras del Papa
Vigilia del Sínodo 3 de octubre de 2015
Queridas familias, buenas tardes.
¿Vale la pena encender una pequeña vela en la oscuridad que nos rodea? ¿No se necesitaría algo más para disipar la oscuridad? Pero, ¿se pueden vencer las tinieblas?
En ciertas épocas de la vida -de esta vida llena de recursos estupendos-, preguntas como esta se imponen con apremio. Frente a las exigencias de la existencia, existe la tentación de echarse para atrás, de desertar y encerrarse, a lo mejor en nombre de la prudencia y del realismo, escapando así de la responsabilidad de cumplir a fondo el propio deber.
¿Recuerdan la experiencia de Elías? El cálculo humano le causa al profeta un miedo que lo empuja a buscar refugio. «Entonces Elías tuvo miedo, se levantó y se fue para poner a salvo su vida [...] Caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se introdujo en la cueva y pasó la noche. Le llegó la palabra del Señor preguntando: "¿Qué haces aquí, Elías?"» (1 R 19,3.8-9). Luego, en el Horeb, la respuesta no la encontrará en el viento impetuoso que sacude las rocas, ni en el terremoto, ni tampoco en el fuego. La gracia de Dios no levanta la voz, es un rumor que llega a cuantos están dispuestos a escuchar la suave brisa: los exhorta a salir, a regresar al mundo, a ser testigos del amor de Dios por el hombre, para que el mundo crea...
Con este espíritu, hace precisamente un año, en esta misma plaza, invocábamos al Espíritu Santo pidiéndole que los Padres sinodales -al poner atención en el tema de la familia- supieran escuchar y confrontarse teniendo fija la mirada en Jesús, Palabra última del Padre y criterio de interpretación de la realidad.
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 http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2015/10/03/si-no-somos-capaces-de-unir-la-compasion-a-la-justicia-terminamos-siendo-inutilmente-severos-y-profundamente-injustos-religion-iglesia-papa-francisco-vigilia-sinodo-familia.shtml

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