domingo, 22 de noviembre de 2015

Homilía de Jon Sobrino en Domitila


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Pacto de las Catacumbas: la urgencia 

de volver a la Iglesia de los pobres

Medellín, Romero y los mártires de la UCA

Redacción, 22 de noviembre de 2015

Estos días hemos reflexionado sobre "el pacto de las catacumbas” 
que hace cincuenta años firmaron en este lugar alrededor de cuarenta 
obipos. Se comprometían personalmente a construir "una Iglesia 
pobre y servidora”. Asi estaban recogiendo el gran deseo de Juan XXIII: 
que la Iglesia sea "una Iglesia de los pobres”. En el aula conciliar
 no prosperó la idea, pero el pacto de las catumbas se convirtió
 en el legado "secreto” del Vaticano II.
Hoy, en esta eucaristía, ante Dios y reunidos como su pueblo, 
quisiéramos comprometernos en la construcion de esa Iglesia, que es la unica
 Iglesia de Jesus. Es la mejor manera, y en definitiva la única manera, de recordar
 el pacto de las catacumbas como es debido. Y de renovarlo con la urgencia necesaria.
Tras el pacto ha habido epocas de florecimiento eclesial, y es bueno recordarlo para
 tener aliento en épocas difíciles: si la gracia fue real, es que hoy tambien es posible.
 Y sigue habiendo un gran pecado, que nos urge a seguir siendo responsables
 de erradicarlo y a estar dispuestos a correr riesgos. Pecado es en
 nuestros dias Lampedusa, los refugiados que buscan sobrevivir ante la 
eficaz indiferencia de Europa. Y pecado es la pederastia de sacerdotes
 y el carrerismo de altos eclesiásticos. Todo ello lo recuerda con vigor y 
rigor el papa Francisco.
Pero es mas fructífero recordar la gracia. Es mas dificil porque nos exige mucho. 
Y es mas gozoso, porque, lo que ha ocurrido en estos cincuenta años sigue 
siendo una buena noticia. Ha ocurrido en muchos lugares, pero me comprenderán 
si me centro en el continente latinoamericano.
Ha habido obispos padres de la Iglesia, algunos de ellos mártires, 
Don Helder Camara, Angelelli, don Samuel Ruiz, Leonidas Proaño, 
Juan Gerardi. Ha habido, menos conocidas, madres de la Iglesia, 
laicas y religiosas, algunas de ellas mártires. En El Salvador María Julia Hernández, 
Marianella García Villa, Rufina Amaya, Silvia Arriola. Ha habido comunidades de base, 
así llamadas porque están a la base de la sociedad de un mundo pobre, y 
comunidades indígenas que luchan por sus culturas. Ha habido seminarios y universidades que enseñan y promueven la liberación de los oprimidos. Ha habido teología de la liberación y cercanía de iglesias hermanas.Ha habido muchos mártires, mucho amor y mucha entrega. Y la Iglesia se ha parecido un poco más a Jesús.
Al firmar el pacto de las catacumbas los obispos tuvieron sencillez, lucidez y decisión. Quisiera decir ahora lo que, en lo personal, mas me ha impactado de lo que ayudaron a generar una corriente episcopal.
1. El nosotros del pacto fue recogido en Medellín.
En el pacto de las catacumbas los obispos hablaron muy personalmente. 
No hablaron para enseñar a los fieles, sino para hablar unos a otros. Llegaron 
a formar un "nosotros” existencial. Y generaron una importante corriente eclesial.
Tres años despues en Medellin los obispos dijeron. "Un sordo clamor brota de 
millones de hombres, pidiendo a sus pastores –pidiéndonos- una liberación 
que no les llega de ninguna parte (n. 2). Y añaden lo que no se suele decir:
 "Llega también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, 
son ricos y aliados de los ricos” (n. 2). Aclaran que a veces se confunde la apariencia 
con la realidad, pero reconocen que hay cosas que han contribuido a crear la
 imagen de una Iglesia institucional rica: los grandes edificios, las casas de
 párrocos y religiosos, cuando son superiores a las del barrio en que viven; 
los vehículos propios, a veces lujosos; la manera de vestir heredada de otras épocas…

Esclarecidas las exageraciones, y hablando en primera persona los obispos 
reconocen lo que de verdad hay en las quejas. "En el contexto de pobreza y 
aun miseria en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano, 
los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida 
y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se 
debaten entre la angustia y la incertidumbre” (n. 3).
Reconocen el distanciamiento y desinterés que los pobres resienten. 
"No faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos, o sus 
párrocos y religiosos, no se identifican realmente con ellos, con 
sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los que trabajan con 
ellos o abogan por su suerte” (n. 3). Resuena el papa Francisco.
Estas palabras pensadas y detalladas muestran que los obispos 
tomaron en serio existencialmente, como personas y como grupo, el
 clamor de los pobres.
Y tambien lo presupone las palabras iniciales de Medellin. "Existen muchos 
estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos 
se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria,
 como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo” (n.1).
El texto es de suma importancia. Al ponerlo al comienzo de todo el documento 
los obispos confiesan lo que está en su mente y en su corazón.
 Y llama poderosamente la atención que, siendo un texto escrito por obispos, 
creyentes en Dios, amantes de Jesucristo y servidores en la Iglesia, 
sus primeras palabras no sean palabras religiosas, ni bíblicas, 
ni dogmáticas. Son palabras sobre la realidad de este mundo;
 más en directo, sobre su pecado. Mencionan a quienes lo sufren, y,
 por implicación, a quienes lo cometen. El pecado mayor es la "injusticia”. 
Las palabras "clama al cielo” pueden ser el equivalente al término español
 "desorbitante”, pero también se pueden entender como en Éxodo 3, 9: 
"El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí”, dice Jahvé.
2. Mons. Romero fue fiel a los pobres hasta el martirio
El cambio de Monseñor se debió sustancialmente al asesinato de Rutilio Gande 
el 12 de marzo de 1977 en Aguilares. Es bien conocido. Ahora quiero 
recordar su total cercanía a pobres, empobrecidos y víctimas.
El 19 de junio de 1977 Monseñor volvió a Aguilares, cuando el ejército salió 
del pueblo tras un mes de haberlo ocupado y haber asesinado 
alrededor de cien campesinos. Recuerdo perfectamente como comenzó
 su homilía: "A mí me toca ir recogiendo cadáveres”.
Fue duro con los criminales y les recordó las palabras de la Escritura:
 ”Quien a hierro mata, a hierro muere”. En el ofertorio presentó a Dios
 a las cuatro religiosas que se había ofrecido a sustituir a los sacerdotes 
expulsados de Aguilares. Y a los campesinos que, atemorizados, no habían 
ido al templo, pero que podían escuchar sus palabras a traves de altavoces
 les dijo: "Ustedes son la imagen del Divino Traspasado… [Este pueblo] es la
 imagen de todos los pueblos que, como Aguilares, serán atravesados, 
serán ultrajados”(1) .
Monseñor preparaba sus homilías pensando en el pueblo sufriente. 
Así lo dijo en su última homilía dominical, la víspera de ser asesinado:
"Le pido al Señor durante la semana, mientras voy recogiendo el 
clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta 
violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar,
 para llamar al arrepentimiento, y, aunque siga siendo una voz que 
clama en el desierto, sé que la iglesia está haciendo el esfuerzo 
por cumplir su misión” (2) .
Y con ese pueblo se comprometió hasta el final. "Quiero asegurarles a ustedes,
 y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo,
 sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige” (3) .
Monseñor tomó en serio la construcción de una iglesia, la relacionó con 
el pueblo crucificado. La Iglesia de Jesús es una Iglesia perseguida.
 En un arrebato evangélico dijo: "Me alegro, hermanos, de que nuestra
 Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por
 los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres”(4) .
 Y en un arrebato mayor confesó: "Sería triste que, en una patria 
donde se está asesinando tan horrorosamente, no contáramos entre las 
víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia 
encarnada en los problemas de su pueblo” (5) .
Monseñor fue un hombre feliz. En 1979 le dijo al comienzo de la homilia al
 director de una delegación de Iglesias hermanas de Estados Unidos:
 "Quiero que a su regreso exprese simplemente lo que ha visto y oído, y
 lleve el testimonio de que con este pueblo no cuesta ser buen pastor; es
 un pueblo que empuja a su servicio… Más que un servicio… significa para
 mí un deber que me llena de satisfacción” (6) .
En el funeral que celebramos en la UCA un poco despues del asesinato Ellacuria
 dijo en su homilia: "Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.
3. Otro 16 de noviembre, en 1989, en El Salvador fueron asesinados seis
 jesuitas y dos trabajadoras de la UCA.
Después de Medellín no solo Monseñor Romero fue asesinado. Ya he
 mencionado al principio los nombres de hombres y mujeres mártires. 
También hubo niños y ancianos. Permìtaseme recordar ahora a mis
 compañeros asesinados hace 26 años. Me han hecho pensar sobre lo 
que es el cristianismo, la Iglesia y la universidad. Por ser jesuitas su 
recuerdo puede ayudar a los religiosos y religiosas. Y por trabajar en
 una universidad puede ayudar a laicos y laicas.
Iluminan el cristianismo porque reprodujeron en forma real, no intencional o
 devocional, la vida de Jesús. Su mirada se dirigió a los pobres reales, los 
que no dan la vida por supuesto y viven y mueren sometidos a la opresión 
del hambre, la injusticia, el desprecio, y a la represión de torturas, 
desaparecimientos, asesinatos, muchas veces con gran crueldad. 
Se movieron a compasión e "hicieron milagros”, poniendo ciencia, 
talentos, tiempo y descanso, al servicio de la verdad y de la 
justicia. Y "expulsaron demonios”.
Ciertamente lucharon contra los demonios de fuera, los opresores, 
oligarcas, gobiernos, fuerzas armadas, y de esos defendieron a los pobres.
 No les faltaron modelos, Rutilio Grande y Monseñor Romero. Y fueron fieles 
hasta el final, en medio de bombas y amenazas, con misericordia consecuente. 
Murieron como Jesús, y han engrosado una nube de testigos, 
cristianos, sacerdotes, religiosos, también agnósticos, 
que han dado su vida por la justicia. Estos son los
 "mártires jesuánicos”, referente esencial para los 
cristianos y para cualquiera que quiera vivir humana y 
decentemente en nuestro mundo.
Fueron fieles a su vocación, y actualizaron a San Ignacio. 
Su tarea fue bajar de la cruz al pueblo crucificado,
 la liberación de la opresión, especialmente la producida 
por causas estructurales, y elegir el camino de la civilización
 de la pobreza en contra de la civilización de la riqueza,
 acumuladora y deshumanizante.
En este contexto me parece oportuno recordar un hecho singular:
 los mártires de la UCA nunca discernieron si era voluntad
 de Dios quedarse en el país, con riesgos, amenazas y
 persecuciones, o salir del país. Creo que ni se les ocurrió.
 Actuaron "sin dubitar ni poder dubitar” (Ejercicios de San Ignacio n. 175).
Si nos preguntamos "que movía y atraía la voluntad”, 
podemos decir que era "Dios nuestro Señor” comunicándose
 al alma. Pero creo que conocemos las realidades históricas que 
no les ataban al pais: "el sufrimiento del pueblo”, ”la vergüenza
 que daba abandonar al pueblo”, "la fuerza cohesionante de la
 comunidad”, "el recuerdo enriquecedor de Monseñor Romero, 
de nueve sacerdotes y cinco religiosas asesinadas”, incluso el
 "haberse acostumbrado a la persecución”. Pienso que todo
 ello movía la voluntad e iluminaba las decisiones y el camino a
 seguir. Dios no actuaba a través de cualquier cosa, sino a
 traves de las que hemos mencionado.
El Padre Arrupe dijo de ellos que "éstos son los jesuitas que 
necesita hoy el mundo y la Iglesia. Hombres impulsados por 
el amor de Cristo, que sirvan a sus hermanos sin distinción
 de raza o de clase. Hombres que sepan identificarse con
 los que sufren, vivir con ellos hasta dar la vida en su ayuda.
 Hombres valientes que sepan defender los derechos humanos,
 hasta el sacrificio de la vida, si fuera necesario” (19 de marzo, 1977,
 una semana despues del asesinato de Rutilio Grande).
Con los jesuitas murieron asesinadas dos mujeres: Julia Elba Ramos,
 42 años, cocinera de una comunidad de jóvenes jesuitas, 
pobre, alegre e intuitiva, y trabajadora toda su vida. 
Y su hija Celina, 15 años, activa, estudiante y catequista; 
con su novio habían pensado comprometerse en 
diciembre de 1989. Se quedaron a dormir en la 
residencia de los jesuitas, pues allí se sentían más seguras.
 Pero la orden fue "no dejar testigos”. En las fotos se nota
 el intento de Julia Elba de defender a su hija con su propio 
cuerpo. Son el símbolo del pueblo crucificado, inocente e indefenso.
Una última reflexión creyente. De los mártires de la UCA, 
unos fueron más parecidos a Monseñor Romero, los jesuitas.
 Otros fueron más parecidos al pueblo crucificado, las dos 
mujeres. Mirándolos a todos ellos y ellas en su conjunto, 
podemos decir que con ellos y ellas Jesús y su Dios
 pasaron por este mundo cargando con la cruz. Pero también
 hay que decir que, contra toda apariencia, en ellos y ellas
 pasó el Dios de la salvación. Así lo escribió el P. Ellacuría con 
rigor científico. Por mi parte escrito: "fuera de los pobres 
-y de las víctimas- no hay salvación”.
4. Los mártires traen salvación
Hemos recordado a mártires. Su vida y su muerte son de 
gran dureza, y por eso mis palabras pueden sonar fuertes. 
Pero también es verdad que a ellos se dirigen las bienaventuranzas
 de Jesús. Y que para nosotros son -pueden ser- una bendición: 
nos animan a entregarnos a los demás y a tener esperanza,
 ánimo que no se encuentra, con esa fuerza, en ninguna otra 
parte, ni en la liturgia ni en la actividad de la academia.
Los seis jesuitas de la UCA cargan con nosotros y nos llevan 
en su fe, Julia Elba y Celina nos llevan en la suya, pero de 
manera distinta. Yo al menos, no puedo entrar en su misterio.
 Pero Dios sí lo conoce y ellas -Dios sabe cómo- nos llevan a Dios.
Y contra toda ciencia y prudencia, los mártires generan esperanza.
 Miles de campesinos pobres, con familiares muertos, se juntan
 la víspera del 16 de noviembre en la UCA para celebrar unos 
con otros, rezar y cantar. Jürgen Moltmann lo teorizo muy bien
 hace unos años: "no toda vida es ocasión de esperanza, pero 
sí lo es la vida de Jesús, quien, por amor, tomó sobre sí la cruz”.
Para terminar quiero agradecer al Papa Francisco que se ha 
estado moviendo de nuevo en las catacumbas. A su modo, 
con humor y sencillez, con dureza y con cariño. 
Quiere reformar la Iglesia. Ayudémosle, no solo aplaudamos.
A Monsenor Luigi Bettazzi un gran abrazo. Y el agradecimiento 
de los salvadoreños a quienes nos ayudo en los años dificiles.
Y a los mártires, que descansen en paz. Que su paz
 nos transmita a los vivos la esperanza, y que su 
recuerdo no nos deje descansar en paz.

http://www.reflexionyliberacion.cl/articulo/4738/pacto-de-las-catacumbas-la-
urgencia-de-volver-a-la-iglesia-de-los-pobres.html20 11:59:27 de noviembre de 2015

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