martes, 16 de febrero de 2016

La resignación, "el arma preferida del diablo". Francisco, Obispo de Roma.


El Papa, ante la Virgen de Morelia

Advierte contra la tentación de la resignación, "el arma preferida del diablo"

El Papa en Morelia a la vida consagrada: "No queremos ser funcionarios de lo divino"

Puso de ejemplo al "Tata Vasco, el español que se hizo indio", primer obispo de la diócesis

José Manuel Vidal, 16 de febrero de 2016

(José M. Vidal).- "Se ve, se siente, Franciscoestá presente". Francisco aclamado por los suyos, en un estadio repleto de seminaristas, curas, monjas y frailes, en Morelia. El Papa les invita a entregarse a fondo, evitando la resignación, asi como el convertirse "en funcionarios de lo divino". Y les puso como ejemplo al primer obispo español de la diócesis, amado por los indios, el "Tata (papá) Vasco".
Papa recorrer el estadio, el Papa se sienta en un pequeño cochecito de golf. En él, al lado del Papa, el cardenal de Morelia, Suárez Inda, uno de los prelados mexicanos con mayor sintonía con Francisco.
El altar, austero como viene siendo habitual en su recorrido mexicano, está colocado en una de las gradas del estadio.
El Papa, antes del perdón, ofreció la eucaristía por monseñor Carlos Quintero, arzobispo emérito de Hermosillo, que murió ayer, a los 96 años. Y celebra con el báculo y el cáliz del primer obispo de Michoacán, el español al que los indios llamaban "Tata" (papá) Vasco.
Algunas frases de la homilía del Papa
"Hay un dicho que dice así: Dime cómo rezas y te dire como vives; dime como vives y te diré como rezas"
"Nuestra vida habla de la oración y la oración de nuestra vida"
"A rezar se aprende, como aprendemos a caminar"
"La escuela de la oración es la escuela de la vida"
"Pablo le dice a Timoteo, su discípulo predilecto: 'Acordate de tu madre y de tu abuela'"
"A los seminaritas: 'Seguid rezando como te enseñaron en tu casa y, después, poco a poco, tu oración irá creciendo, como tu vida"
"En Jesús, la expresión 'Padre nuestro' tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad"
"Supo vvir rezando y rezar viviendo"
"Nos invita a nosotros a lo mismo"
"¡Ay de nosotros, consagrados, si no la compartimos! ¡Si no somos testigos de lo que hemos visto y oído!"
 
"No queremos ser funcionarios de lo divino. No somos ni queremos ser nunca empleados de la empresa de Dios"
"La misión es decir con nuestra vida: Padre nuestro"
"No nos dejes caer en la tentación"
"¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar?"
"Tentación de ambientes dominados por la corrupción, el tráfico de drogas..."
"La tentación de la resignación"
"Una de las armas preferidas del demonio: la resignación. Y qué le vas hacer, la vida es así"
"Resignación que nos paraliza y nos impide hacer camino, nos atemoriza y nos atrinchera en nuestra ssacristías y aparentes eseguridades"
"Nos impide anunciar y alabar. Nos quita la alegría"
"Nos frena para arriesgar y transformar"
"No nos dejes caer en la tentación, Padre Nuestro"
"Recuperar la historia que nos ha traído hasta aquí"
"No podemos olvidar a alguien que se hizo hijo de esta tierra"
"Agradezco al señor cardenal que haya querido que se celebrase esta eucaristía con el báculo y el cáliz de este hombre, el primer obispo de Michoacán"
"Hacer memoria del Tata Vasco, el español que se hizo indio"
"Movió su vida y su compasión y lo impulsó a hacer propuestas"
"El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración. Y eso le ganó entre los indios elnombre de Tata (papá) Vasco"
"No nos dejes caer en la tentación de la acedia"
 
Texto completo de la homilía del Papa
«Hay un dicho que dice así: «Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas», porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas»; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida; porque nuestra vida habla en la oración y la oración habla en nuestra vida. A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración.
Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando, qué significa ser Hijo de Dios. Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: «Padre nuestro». En Jesús, esta expresión no tiene el «gustillo» de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: Padre nuestro.
Y nos ha invitado a nosotros a lo mismo. Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es a introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra primera llamada es aprender a decir «Padre nuestro», a decir Abba.
¡Ay de mí sino evangelizara!, dice Pablo. ¡Ay de mí! porque evangelizar -prosigue- no es motivo de gloria sino de necesidad (cf. 1 Co 9,16).
Nos ha invitado a participar de su vida, de la vida divina, ay de nosotros si no la compartimos, ay de nosotros si no somos testigos de lo que hemos visto y oído, ay de nosotros. No somos ni queremos ser funcionarios de lo divino, no somos ni queremos ser nunca empleados de Dios, porque somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: «Padre nuestro». ¿Qué es la misión sino decir con nuestra vida: «Padre nuestro»?
A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días: no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos -de ayer y de hoy- no cayéramos en la tentación. ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos podría asediar? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener una y otra vez frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible?
 
Creo que podríamos resumirla con la palabra resignación. Frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos impide arriesgar y transformar.
Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación.
Qué bien nos hace apelar en los momentos de tentación a nuestra memoria. Cuánto nos ayuda el mirar la «madera» de la que fuimos hechos. No todo ha comenzado con nosotros, no todo terminará con nosotros, por eso cuánto bien nos hace recuperar la historia que nos ha traído hasta acá.
Y, en este hacer memoria, no podemos saltearnos a alguien que amó tanto este lugar que se hizo hijo de esta tierra. A alguien que supo decir de sí mismo: «Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de Michoacán» (Vasco Vázquez de Quiroga, Carta pastoral, 1554).
Con ustedes quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido también como Tata Vasco, como «el español que se hizo indio». La realidad que vivían los indios Purhépechas descritos por él como «vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos», lejos de llevarlo a la tentación y de la acedía de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de «respiro» ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Eso le ganó el nombre entre los indios del «Tata Vasco», que en lengua purhépecha significa: Papá.
Padre, papá, abba.
Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó.
Padre, papá, abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro».

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