VATICANO, 17 Sep. 16 / 08:41 am (ACI).- No a los sacerdotes que se dejan llevar por las modas. Es uno de los consejos que ofreció el Papa Francisco a los participantes en el curso anual de formación de los nuevos obispos promovido conjuntamente por la Congregación para los Obispos y la Congregación para las Iglesias Orientales.
“El mundo está cansado de seductores mentirosos. Y me permito decir: de sacerdotes a la moda o de Obispos a la moda. La gente se da cuenta –el pueblo de Dios tiene la percepción de Dios– la gente se da cuenta y se aleja cuando reconoce a los narcisistas, los manipuladores, los defensores de sus propias causas, los promotores de banales cruzadas”, dijo con firmeza.
El Papa los invitó a hacer pastoral la misericordia a través de su ministerio, es decir a hacerla “accesible, tangible, encontrable”.
“Dios sabe realmente quienes somos y no se asusta de nuestra pequeñez…Hoy en día muchos se camuflan y se esconden. Les gusta construir personajes e inventar perfiles…No soportan el escalofrío de saberse conocidos por Alguien que es más grande y no desprecia nuestra pequeñez, que es más santo y no nos reprocha nuestra debilidad, que es verdaderamente bueno y no se escandaliza de nuestras llagas. Que no sea así para vosotros: dejad que os recorra ese escalofrío, no lo remováis, ni lo acalléis”.
El Papa les pidió que el único tesoro que “no dejéis que se corroa en vosotros es la certeza de que no estáis abandonados a vuestras fuerzas”. “Sois obispos de la Iglesia, partícipes de un único episcopado, miembros de un Colegio indivisible, injertados firmemente como sarmientos humildes en la vid, sin la cual nada podéis hacer”.
“Es necesario- recalcó- que la misericordia forme e informe las estructuras pastorales de nuestras Iglesias…No tengáis miedo de proponer la Misericordia como un condensado de lo que Dios ofrece al mundo”. Por tanto, “hacer pastoral la misericordia no es nada más que hacer de las Iglesias que se os han encomendado casas en las que albergan la santidad, la verdad y el amor”.
Por último dio a sus hermanos en el episcopado tres recomendaciones para hacer pastoral la misericordia, exhortando en primer lugar a los obispos a ser “capaces de encantar y atraer”.
“Haced de vuestro ministerio un icono de la misericordia, la única fuerza capaz de seducir y atraer permanentemente al corazón humano”.
“Tratad de secundar a Dios, que se introduce ya antes de vuestra llegada… Dios no se rinde nunca…Somos nosotros los que, acostumbrados a darnos por vencidos, a menudo nos conformamos y preferimos dejarnos convencer de que realmente han podido eliminarlo y nos inventamos palabras amargas para justificar la pereza que nos bloquea en el sonido inmóvil de las quejas vanas”.
En segundo lugar el Papa pidió a los obispos que fueran capaces de “iniciar” a los que les habían sido encomendados. “Todo lo grande necesita un recorrido para poderse adentrar en ello. ¡Tanto más la Misericordia divina, que es inagotable! –exclamó- Una vez aferrados por la Misericordia, ésta exige un recorrido introductivo, un camino, una senda, una iniciación”.
El Papa les exhortó a tener cuidado “de la intimidad con Dios, fuente de la posesión y la entrega de sí mismo, de la libertad para salir y entrar de nuevo”. “Sed pastores capaces de volver a casa con los vuestros, de despertar la intimidad saludable que les permita acercarse y crear la confianza que hace posible la pregunta: ‘Explícanos’. No se trata de una explicación cualquiera sino del secreto del Reino”.
Además de este “explicar”, como Jesús con sus discípulos, el Papa pidió a los nuevos obispos que cuidasen con especial solicitud de “las estructuras de iniciación de vuestras Iglesias, en particular los seminarios. No os dejéis tentar por los números y la cantidad de las vocaciones, sino buscad, en cambio, la calidad del discipulado”.
También les pidió ser capaces de “acompañar” al clero y actuar “con gran prudencia y responsabilidad a la hora de aceptar o incardinar sacerdotes en vuestras Iglesias locales”.
“Reservad un acompañamiento especial a todas las familias, regocijándoos con su amor generoso e impulsando el inmenso bien que otorgan a este mundo. Seguid sobre todo a las más heridas. No paséis de largo ante de su fragilidad…Poned ante sus ojos la alegría del amor verdadero y de la gracia con que Dios lo eleva a la participación de su amor. Tantos necesitan volver a descubrirla, otros nunca la han conocido, otros esperan rescatarla, no pocos tendrán que llevar el peso de haberla perdido irremediablemente. Por favor, hacedles compañía en el discernimiento y con empatía”.
Al final de la audiencia el Pontífice rezó con los nuevos obispos y les bendijo de todo corazón como “pastor, padre y hermano”, recordando que “Cristo es el rostro de Dios que jamás se oscurece”.
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