miércoles, 27 de mayo de 2015

Ha construido la paz. ​El Papa con ocasión de la beatificación de monseñor Romero ·

23 de Mayo de 2015


Monseñor Romero «construyó la paz con la fuerza del amor», testimoniando «la fe con su vida entregada hasta el extremo». Es el perfil espiritual trazado por el Papa Francisco con ocasión de la beatificación del arzobispo asesinado en 1980 mientras celebraba la misa. El sábado 23 de mayo, en San Salvador, presidió el rito en representación del Pontífice el cardenal Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos. Pero el Papa quiso unirse a los cientos de miles de fieles presentes en la ceremonia también con una carta enviada al actual sucesor de Romero, monseñor Escobar Alas, en la que recuerda la atención privilegiada del nuevo beato hacia los últimos de El Salvador. «En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un obispo celoso», escribe el Papa Francisco. En efecto, «en tiempos de difícil convivencia, monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia», comprometiéndose en especial en favor de los pobres y marginados. Es por ello que la beatificación constituye una «fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos».
Actualizando luego el testimonio del nuevo beato, el Papa destacó cómo su voz sigue «resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división» y que «la fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias, genera comunidades artífices de paz y de solidaridad». Así, pues, la exhortación a «quienes tengan a monseñor Romero como amigo en la fe», invocándolo «como protector e intercesor», a fin de que «encuentren en él fuerza y ánimo» para trabajar por «un orden social más equitativo y digno». Es más, «es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional». Y el Papa quiere ser partícipe de las esperanzas de los salvadoreños, uniéndose a sus oraciones, «para que florezca la semilla del martirio» de monseñor Romero y «se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación» que lleva «el nombre del divino Salvador».
Por su parte el cardenal Amato puso de relieve que el mártir Romero es «luz de las naciones». En efecto, «si sus perseguidores desaparecieron en la sombra del olvido y de la muerte —destacó durante el rito— la memoria de Romero sigue dando consuelo a todos los desamparados».
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