miércoles, 20 de mayo de 2015

La voz del Profeta...

Otro signo de nuestro tiempo, esta semana, que alguien llamó, ha sido una semana trágica; y la Catedral donde nos encontramos, ha sido escenario de sangre. Aquí vino a morir baleado José Roberto Valdez. Aquí lo tuvimos en velación, y aquí también, hermanos, yo quise celebrar personalmente la misa de cuerpo presente antes de su entierro. Desde entonces anuncie lo que ya está sucediendo, la crítica contra el que quiso solidarizarse con el dolor; y dijeron que he hecho un acto poco político. No me importa la política. Lo que me importa es que el pastor tiene que estar donde está el sufrimiento; y yo he venido, como he ido a todos los lugares donde hay dolor y muerte, a llevar la palabra de consuelo para los que sufren, expresar la condolencia a la familia doliente, como la expresé también a la familia de la vendedora que fue también muerta en ese hecho de sangre, como también lo estoy enviando hoy a los familiares de los policías muertos. Para la Iglesia no hay categorías distintas. Sólo hay el sufrimiento, y tiene que expresarse en el dolor donde quiera que se encuentre. Como estuve junto a la muerte del Canciller Borgonovo, como he estado junto al dolor de los campesinos, pienso que es la voz de la Iglesia, una palabra de condolencia en el dolor. También quise que fuera una palabra de repudio al crimen, repudio a la violencia. ¿Cuándo vamos a terminar esta ola de sangre y de tormento para nuestra patria?
También quise que fuera mi palabra, en ese funeral, una palabra de apoyo a los reclamos justos de nuestro pueblo. Los reclamos justos, les decía yo. ¿Qué pecado hay en que un pobre cortador de café, o de caña, o de algodón, con hambre pida ocho cucharadas de sopa, un huevo, una comida que apenas le reponga las energías que gasta para ayudar a levantar esas cosechas que hacen feliz al país y debe ser una obra de Dios, para felicidad de todos?
Me dio mucho gusto, al terminar la homilía, una señora que se acerca para decirme: "Yo soy una pequeña cafetalera, y le vengo a decir que yo siempre lo he estado escuchando y estoy de acuerdo en estos reclamos, que todos tenemos que participar en la felicidad del país". Le di las gracias, y le dije: "Su palabra me estimula, me da la esperanza de que hay eco en el corazón de los salvadoreños".
Así como también me dolió un telegrama de un sembrador de caña, que dice: "El Arzobispo no sabe lo que se gasta. Por eso está reclamando para los trabajadores". Yo he aclarado que no es como técnico que estoy hablando, que yo no sé cuánto se gasta, ni cuánto se debe de pagar. Pero sí sé que Dios da el fruto de la tierra para todos. y como pastor, en nombre de Dios que crea las cosas, digo a los que tienen y a los que trabajan y a los gobernantes: que sean justos, que escuchen el clamor del pueblo, que con sangre y con violencia no se van a arreglar las situaciones económicas, sociales y políticas, que tiene que profundizarse, para que no haya más semanas trágicas ni más dolores. Es necesario que se oiga a tiempo.

Mons. Romero, 30 de octubre de 1977

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